SALUD
En este piso del centro de Madrid de 170 m2, con doble fachada de cuatro balcones cada una y orientaciones este-oeste, proyectamos una distribución que conecta visualmente ambas fachadas, con el propósito de cruzar la luz, ventilación y circulación. Esta conexión debía ser generosa, evitando la sensación de pasillo.
Por la cara oeste, disponemos del salón con tres balcones y el dormitorio principal; y en la cara este tenemos dos dormitorios más.
Para abrir el espacio decidimos colocar la cocina-comedor en el centro de la planta con la luz natural de dos patios. Dicha posición dota a este espacio de vida ya que se hace inevitable no atravesarlo continuamente convirtiéndose en el centro neurálgico de la casa.
El proyecto pone atención en los techos de la vivienda. Decidimos crear un proyecto de techos por distintas razones y condicionantes, como: cambios de alturas, descuelgue de vigas existentes en los pasos…y decidimos generar una sección longitudinal por la circulación salón- hall – cocina- estudio – distribuidor dormitorios, con cambios de altura que absorbiesen esas vigas y dotase de menor dinamismo dicha conexión ya que de alguna manera se acotan estos espacios con los cambios de altura y pese a ser unos espacios muy abiertos a otros usos, existe una sensación de orden y un guiño clásico donde el uso o espacio queda inmóvil y estático, y el tiempo queda detenido.
Este es seguramente el objetivo más importante de nuestro proyecto: detener el tiempo y crear ambientes de calma y confort visual donde los dinamismos y las diagonales quedan excluidas.
La selección de materiales también debe sumar a dicho objetivo. De esta manera, un ambiente monocromo de color hueso nos aporta paz visual ya que la vista prácticamente no se detiene, generando un único objeto construido, un todo arquitectura y decoración donde el aire, el vacío, la luz y las sombras definen los espacios.
Acabados artesanales de cal en techos, textiles en paredes, carpinterías de madera y el uso de travertino para encimeras aportan calidad, artesanía y calidez para una vivienda que invita a pensar, por su introspección, lograda por su desconexión estética con su contexto – el centro de Madrid – pero a la vez conectada por sus ocho balcones que nos dan unas vistas al caos metropolitano desde esta atalaya que se convierte en templo particular del bien más personal. Una casa.
Iker Ochotorena.